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Algo absurdo del machismo.

(Y de cualquier otra cosa que involucre presión social).

Está un tipo haciéndose el fuerte en el cine, porque no quiere que los otros hombres lo vean llorar, pero tiene unas ganas espantosas de hacerlo porque la película está en serio, para bramar. Los otros tipos, ven que se le ponen los ojos vidriosos, y se lo comen a burlas, todos riéndose. Todos aguantándose las ganas de llorar también, confundidos porque uno casi rompe los esquemas.

Hay algunos ahí en la bola, que ni siquiera tienen ganas de llorar. A ese grado llegó su educación de género, no les permitieron llorar a tal grado que ya no registran siquiera un sentimiento que provoque el llanto.

En otra parte, está una mujer fingiendo que es la más feliz del mundo dedicándose sólo a cuidar crías y limpiar la casa. Un día se queja del peso de ser madre, y sus vecinas le llaman madre desnaturalizada. Por dentro, todas tienen las mismas quejas: ser mamá de tiempo completo es una joda.

Hay algunas ahí en la bola, que se sienten súper culpables porque a veces se arrepienten un poco de no ser nada más que mamás.

Ya. Lo absurdo es que exista una sociedad que presione a su gente a ser algo que nadie quiere ser realmente, lo espantoso del género es lo mutilante. Por supuesto, no digo que hay gente que de verdad no siente ganas de llorar con ciertas cosas, y que tener crías sea horrendo per se, ya sé que para gustos, colores. Me refiero a esa parte que no es una excepción: a la gente que asume actitudes que no le son naturales y no quiere, sólo por la presión social de otra gente que está exactamente igual. No hablo de (aunque tampoco me haga gracia) esa gente que interioriza realmente un mandato social horrendo, y lo vive con absoluta convicción. Eso más que parecerme absurdo, me da miedo.

Es como cuando en un salón nadie se atreve a preguntar algo sólo por no quedar mal con el resto que tampoco tiene la respuesta. Pero más triste.


Comentarios

Lucía ha dicho que…
Estoy de acuerdo contigo. Y me ha gustado esa parte en la que explicas que no es necesario llorar ni tampoco odiar la idea de tener hijos.
No dejamos de juzgar a los demás y censurarnos a nosotros mismos. Con lo bien que viviríamos sin hacerlo.

Saludos

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