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Mostrando entradas de octubre, 2015

“Es que soy un bato”.

No sé qué tan extendido esté ese asunto de las mujeres que dicen que son como batos. Mi amiga se pone a contarnos lo último que ha pasado en la NFL, y cierra con un: “sí, soy un bato”. Una paciente me dice que a ella las cosas de género no le afectan, que ella “es un batito”. Otra dice que le caga el drama, y ya no escribo qué dijo porque es ocioso. Había estado pensando en cómo esa frasecita tan simplona puede tener tantas implicaciones. Al menos las mujeres que yo he escuchado decirlo, lo pronuncian con cierto orgullo. Igual que las que me relatan que de niñas jugaban a “cosas de hombres”. Siempre hay algo de orgullo implícito en tener rasgos tradicionalmente asociados a lo masculino, porque nuestra culturita alaba lo masculino como a un dios (dejando de lado que la religión monoteísta insiste en utilizar sustantivos y adjetivos masculinos para su divinidad), y cualquiera que se infeste de esa chispa divina, se vuelve una mujer semidiosa. Es decir, su estatus social se eleva un p