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“Es que soy un bato”.

No sé qué tan extendido esté ese asunto de las mujeres que dicen que son como batos. Mi amiga se pone a contarnos lo último que ha pasado en la NFL, y cierra con un: “sí, soy un bato”. Una paciente me dice que a ella las cosas de género no le afectan, que ella “es un batito”. Otra dice que le caga el drama, y ya no escribo qué dijo porque es ocioso.

Había estado pensando en cómo esa frasecita tan simplona puede tener tantas implicaciones. Al menos las mujeres que yo he escuchado decirlo, lo pronuncian con cierto orgullo. Igual que las que me relatan que de niñas jugaban a “cosas de hombres”. Siempre hay algo de orgullo implícito en tener rasgos tradicionalmente asociados a lo masculino, porque nuestra culturita alaba lo masculino como a un dios (dejando de lado que la religión monoteísta insiste en utilizar sustantivos y adjetivos masculinos para su divinidad), y cualquiera que se infeste de esa chispa divina, se vuelve una mujer semidiosa. Es decir, su estatus social se eleva un poco por encima del de aquellas mujeres-mortales que se limitan a hacer tortillas y no saber de futbol. 

Una amiga me pasó un artículo de un hombre que habla sobre el tema. Me dio risa que en algún momento pregunta: ¿qué estamos en 1887 o qué demonios? Adoptar esas supuestas actitudes de hombres no las hace ser como hombres, las hace ser como una mujer que dejó de temerle a ciertos prejuicios. En el resto del artículo no me meto, porque termina diciendo algo con otros esencialismos de y eso las hace más bellas o una cosa así, supongo que porque le gustan mucho las mujeres y eso. De verdad, parece de otra época. Estamos en pleno 2015 y todavía con esencialismos. Todavía creemos que somos un poco hombre, un poco bato, cuando hacemos algo que es... de persona y ya. Realmente no hay muchísimas cosas que de naturaleza le vengan al hombre ni a la mujer en la conducta. Sí las hay, lo sé. Pero no creo que amar los deportes, querer tener sexo con alguien porque se te antoja y nada más, ser abierta y sencilla, sean cosas “de hombres”*. Que se les permitan o aplaudan más (socialmente) a los hombres, no hace que sean “de hombres”. 

No me gusta pensar que la liberación femenina tiene que ver con irnos haciendo hombres. Es sólo irnos reconociendo como personas, no como ciudadanas de segunda clase con todo lo que implica. No quisiera que nuestra pretensión fuera homologarnos con el género masculino, sino abolir ambos géneros. Poder decidir con base en gustos personales sin influencia de arbitrariedades irracionales como las de los hombres. 

Entre más liberales las personas, menos apegadas a los roles tradicionales. A lo mejor eso nos hace menos hombres y menos mujeres, si partimos de que esas dos palabras definen a quien cumple con una listita limitante de opciones de vida de forma estricta. Así, si no me da la gana pedir perdón por todo, soy menos mujer, entendida por mujer la persona que siempre pide perdón antes de opinar. 

Tal vez deberíamos desaparecer a los hombres y lo masculino por un ratito, de nuestra visión. ¿Hacia dónde vamos? Tal vez suene a lo mismo, pero en mi cabeza son dos cosas diferentes, querer tener los mismos derechos que los hombres, y querer tener los derechos que cualquier persona debe tener. ¿Parece la misma cosa? Porque efectivamente, los hombres gozan en mayor medida de esos privilegios. Pero ¿en qué cambiaría nuestra visión si en lugar de querer alcanzar a los hombres, nuestro norte fuera alcanzar los derechos que nos corresponden por ser personas? Dejaríamos de decir que somos “un bato” cada vez que hacemos algo que antes no nos era socialmente permitido. Tomaríamos consciencia de cómo vamos adquiriendo más libertad, sin preocuparnos de los batos. 

*Las chicas que conozco que dicen que son como un bato, suelen hacerlo en estos casos.

Comentarios

Ministry of Silly Walks ha dicho que…
Clapclapclap...
¿Habrá algún hombre que diga «es que soy nena»?
I didn't think so. O al menos no con ese orgullo pendejo con el que me ha tocado escuchar a una que otra amiga decir que son batos.
Triste.

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