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Mostrando entradas de enero, 2012
María, si me lees, no te enojes por lo que voy a escribir. En esta podrida ciudad, se cometen crímenes violentos cada rato, en plena luz del día, frente a un montón de gente que pasa caminando, que pasa en sus autos. Difícilmente alguien te ayuda, es preocupante pero se entiende. ¿Con tanto miedo, quién va a arriesgar inútilmente su propia vida? Hemos hablado ad nauseam de esto. Lo que tal vez te moleste un poco, es que haga mis comentarios nefastos cuando oigo que dicen: "gracias a Dios sólo se llevó tu (cualquier objeto)" después de que te asaltan. Inevitablemente viene a mi cabeza la pregunta (idiota, vas a decir): "¿y por qué dejó que me madrearan? Reflexiones que dejo escritas por si alguien se compadece y me hace entrar en razón.

La mujer rota.

¿Y cómo no estar rota, después de que le enseñaron que no podría tener sueños propios porque la sociedad en la que nacería le tenía ya la vida predestinada? Ni siquiera era consciente de sí misma cuando alguien más le regaló una muñeca y le dijo que ella haría de mamá. Ahí le plantaron ese instinto materno que desarrollaría a los 3 años más o menos, cuando se preocupara por su "bebé". También le dijeron que tener una carrera era una opción incompatible con ser madre. Le enseñaron a ser madre antes de que empezara a ir a la escuela, así que cuando cumplió 20 y se embarazó, lo que pudo no haber sido un dilema no era, y dejó la carrera en el segundo año. Después estaba de lo más feliz con su bebé, pero se aburría. Jamás se lo dijo a nadie porque en este mundo no está bien hablar de lo aburrido que era estar todo el día encerrada con un bebito que apenas hacía algo. Lo veía con fascinación, y se daba cuenta de que no era totalmente feliz, de que algo faltaba, pero no entendía b
Eventualmente, serán más las personas  que repudien cualquier acto de discriminación, y actúen en consecuencia.

Yo confieso, ante Dios todo poderoso.

Que quisiera ser poeta y no me sale. Que quisiera saberme aunque sea a Sabines absoluto y de memoria, y dormir cansada con Eluard de la mano, y en cambio tengo en la mesa de noche un ejemplar del nefasto Schopenhauer. Pero eso es lo que hace a la vida más deseable que la inexistencia. Que el fin último de la vida sea la F-E-L-I-C-I-D-A-D me suena mucho más al Dalai Lama y a mentira. Siento más franca la eudemonología porque, por supuesto, la vida se trata de andar entre el dolor y el aburrimiento, y hay que ponernos trampas mentales para hacerla soportable. A veces tiene momentos de euforia, o momentos de algo que en el mejor de los casos podríamos llamarle bienestar subjetivo, para poderlo medir o conceptualizar. ¿O es más bien porque felicidad es una palabra demasiado grande?. Ese proceso neuroquímico que hace que aquel tiempo largo se disfrace de instante, que hace que tengas que cubrirte la boca con la mano para que no se den cuenta de tu sornisa, porque la sientes idiota. L
Tengo un enamoramiento intelectual severo con este blog . A veces publica cosas con las que no coincido, pero no deja de fascinarme su lectura. 

Indispensable vs Ideal.

Esta entrada es lo mismo que la anterior, redactada diferente. Hay cosas que (obviamente como todo en este blog, son sólo mi punto de vista) creo que son indispensables para que una relación funcione. Decir que nos gustaría un novio o una novia que sea respetuosa, suena igual a decir "me gustaría tener un teléfono con el que se puedan hacer llamadas". No funciona una relación sin respeto, entendiendo "funcionar", en el sentido de que brinde felicidad. Sin esas cosas esenciales difícilmente se puede tener una relación sana. Si tuviera que ennumerarlas, empezaría con la confianza. Desde poder contarle lo que sea libremente, hasta no tenerle miedo. Y el miedo abarca desde el recelo para hablar de ciertas cosas, hasta temblar ante su presencia por miedo a perder la vida. Confianza de que esa persona va a estar ahí en las buenas y las malas, para salvarte del tiburón en la playa en lugar de burlarse de que fuiste a acariciarle los dientes, o reprocharte, o peor aún,

"Hace muchos años yo tenía una pareja ideal".

No en la vida real, en la mente. Según yo, mi hombre ideal era uno que fuera idealista, que le gustara ver películas hasta la madrugada, que tuviera un sentido del humor casi infantil. No me importaba tanto que fuera guapo, pero sí que me gustara mucho su compañía. Alguien que compartiera mis gustos. Solía imaginarme que los dos tuviéramos un pasatiempo en común, y me hubiera gustado mucho que fuera al grupo de la iglesia conmigo. No tanto como que se metiera al coro, pero que le importara Dios tanto como a mí. Después conocí a Daniel. Era guapo, mucho. Hubiera salido con él aunque no fuera tan tan guapo en realidad, pero eso era un extra muy apetecible. Me hacía sentir muy segura a su lado, porque era una persona muy imponente. Difícilmente alguien se metería conmigo teniendo ese hombre a mi lado. Era muy atento, me hablaba varias veces al día. Me empezó a dejar de hacer gracia cuando se empezó a enojar si no contestaba inmediatamente, aunque estuviera en mi trabajo o donde sea. Si