Estoy tan feliz, que me voy a ahorrar hoy la amargura de lo que nos falta por hacer y lo difícil que todas y todos sabemos que ha sido. Esta publicación se limita a felicitar y agradecer a todas las personas que hacen de la defensa de los Derechos Humanos una forma de vida, a las que se entregan a esta causa con pasión, a las que sonríen cuando alcanzan una de las siete mil metas que se han propuesto. A las que ayudan a los grupos vulnerables a estar más empoderados, a las que se duermen a las cuatro de la mañana terminando escritos y no se quejan porque la satisfacción que les da es más grande que el desvelo (no promuevo el sacrificio, sólo felicito a quien le apasiona tanto el tema que tiene el corazón hinchado de alegría, tanto que no permite la entrada a otros sentimientos).
A las que no les dio miedo arriesgar su vida, a las que les dio pánico y aún así lo hicieron, y a las que perdieron la vida en ello. Hasta esta fecha, seguimos en este camino honrando sus nombres y continuando lo que ustedes iniciaron.
A todas las organizaciones y grupos que no quitan el dedo del renglón, desde la OEA hasta las Católicas por el Derecho a Decidir.
A quienes nos inspiran, a quienes nos hacen sentir parte de un movimiento mundial imparable para conseguir un mundo más justo. A quienes creen que no hay radicalismo en la defensa de los derechos humanos.
Gracias por hacer un mundo mejor.
A las que no les dio miedo arriesgar su vida, a las que les dio pánico y aún así lo hicieron, y a las que perdieron la vida en ello. Hasta esta fecha, seguimos en este camino honrando sus nombres y continuando lo que ustedes iniciaron.
A todas las organizaciones y grupos que no quitan el dedo del renglón, desde la OEA hasta las Católicas por el Derecho a Decidir.
A quienes nos inspiran, a quienes nos hacen sentir parte de un movimiento mundial imparable para conseguir un mundo más justo. A quienes creen que no hay radicalismo en la defensa de los derechos humanos.
Gracias por hacer un mundo mejor.
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