Esta mañana di un curso sobre violencia de género. Una persona decía que los hombres eran violentos por naturaleza. Hay una cosa en los estudios de género, de afirmar que la violencia se subsume al género masculino y su construcción a través del adoctrinamiento, y que se distingue de la agresión por el componente de poder. Esto es: la agresión es natural, y la violencia es aquello que se da entre dos personas o grupos, cuando uno de los dos posee más poder ya sea real o imaginado, que el otro.
Entonces la guerra no es violencia. Que un niño de tres años patee a un adulto de 35 es agresión. O miniviolencia. Bueno, el género masculino tiene una presión más clara hacia la violencia, evidentemente. Hay varios estudios que hablan de concentraciones altas de testosterona en hombres que ejercen violencia contra sus parejas, pero también los hay que describen comportamientos pacíficos en hombres con altas concentraciones de testosterona. Nada contundente al parecer
Me da la impresión (basada en todos mis alegres sesgos después del trabajo con prisioneros y víctimas de diversos tipos de violencia) de que la agresión y la violencia (así, definida como un abuso de poder) son propias de hombres y mujeres, con una clara tendencia social a azuzar a los hombres, pero latente como posibilidad en cualquier ser humano que tenga mucha hambre, cansancio, frustración, un pobre control de impulsos ya sea por mera inmadurez, o por algún trastorno mental, algún problema de adicción y algo de poder. O nada de poder pero un trastorno mental serio.
Los penales (al menos el de esta ciudad) tienen significativamente más hombres que mujeres. ¿Cómo diablos vamos a saber hasta qué grado su tendencia a la criminalidad es biológica y a qué grado adquirida, si todos los estudios comienzan con una hipótesis hecha con sesgo profesional? ¿Por qué nos cuesta tanto el pensamiento complejo?
En otras palabras, la violencia no parece ser (como casi nada en el ser humano) provocada por un factor. Lo social y lo biológico son felices clasificaciones, pero son parte de un todo cuyas delimitaciones son bebés del pensamiento occidental.
Como el mío
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