Es terrible no haber estudiado filosofía. Me hago preguntas que seguro fueron resueltas siglos antes de que naciera. ¿La pregunta sobre la diferencia entre dicha, felicidad y contento es de naturaleza semántica? ¿Me estoy haciendo tonta cuando digo que de verdad no la entiendo?
Admito que he tenido una vida muy privilegiada. Estar tan consciente de ella me hace de alguna forma, feliz. O eso creo. Tengo dos semanas dándole vueltas como loca al asunto. Para estar donde estoy, tuve que renunciar a cosas que contribuían a mi felicidad anterior. Dicho de otra forma, era infeliz y para ser feliz, tuve que renunciar a las pocas cosas que antes componían mi felicidad.
No sé por qué evadí por años la tristeza. A nadie le encanta, es claro. No significa que todo mundo sea tan incapaz e inmadura como yo para estar bien con ella. Así, tranquila, sentada en una silla en un laboratorio frío como la chingada. No soy infeliz en general, es sólo este estado que me estorba de una tristecita bebé que me hace cargarla y cansa, pero no es pesada como para romperme en pedazos que alguien pueda entretenerse recogiendo.
Como el jodido día, que está nublado pero no va a llover. Porque nunca llueve. Este estado es pasajero, producto de una combinación de factores biológicos. Maldita evolución, no hay nada más interesante que ella en este mundo. Eso y la memoria.
Frío de mierda. Quiero que se acabe este día y dormir desde las 7 de la tarde, de modo que mañana pueda despertar a las 5 para trabajar sin que nadie me estorbe. Debí estudiar filosofía. O biología.
Eso, es eso. Es el arrepentimiento y el eterno sentimiento de saberme inadecuada, lo que me tiene tan ansiosa.
Admito que he tenido una vida muy privilegiada. Estar tan consciente de ella me hace de alguna forma, feliz. O eso creo. Tengo dos semanas dándole vueltas como loca al asunto. Para estar donde estoy, tuve que renunciar a cosas que contribuían a mi felicidad anterior. Dicho de otra forma, era infeliz y para ser feliz, tuve que renunciar a las pocas cosas que antes componían mi felicidad.
No sé por qué evadí por años la tristeza. A nadie le encanta, es claro. No significa que todo mundo sea tan incapaz e inmadura como yo para estar bien con ella. Así, tranquila, sentada en una silla en un laboratorio frío como la chingada. No soy infeliz en general, es sólo este estado que me estorba de una tristecita bebé que me hace cargarla y cansa, pero no es pesada como para romperme en pedazos que alguien pueda entretenerse recogiendo.
Como el jodido día, que está nublado pero no va a llover. Porque nunca llueve. Este estado es pasajero, producto de una combinación de factores biológicos. Maldita evolución, no hay nada más interesante que ella en este mundo. Eso y la memoria.
Frío de mierda. Quiero que se acabe este día y dormir desde las 7 de la tarde, de modo que mañana pueda despertar a las 5 para trabajar sin que nadie me estorbe. Debí estudiar filosofía. O biología.
Eso, es eso. Es el arrepentimiento y el eterno sentimiento de saberme inadecuada, lo que me tiene tan ansiosa.
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