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Frustraciones enanas de escritora que nunca ha escrito.

Oposición es lo que he encontrado cuando trato de explicar la frustración que me da no encontrar las palabras adecuadas. Me dicen que escribo bien, que soy súper inteligente, que les encanta leerme, que tengo un vocabulario más amplio que cualquiera que conozcan. No me interesa si realmente creen eso, ni tampoco si es cierto o no. No me sirve. Me sé limitada por mi escaso vocabulario. Estoy atada de manos, porque ya probé todas las estrategias que existen y ninguna me funcionó. Leo más que prácticamente toda la gente que conozco, con perdón de dos o tres personas. Pero no escribo, pero ¿de verdad escribir haría alguna diferencia? ¿Por arte de magia voy a tener las palabras que no tenía si escribo la misma historia un día después? Tal vez. Porque una palabrita suelta como hoja que cae de un árbol podría aterrizar en mi cabeza si casualmente paso por debajo en el segundo que se desprende. Dicho de otra forma, porque puede llegar a mí la palabra adecuada, y no voy a saber aprehenderla si no la necesito. Si es inútil se desecha. Y ninguna palabra es tan útil como cuando se le sabe única por su precisión.

Me dijo la psicóloga que mi problema era que utilizo a la gente como caja de resonancia. No me interesa lo que tengan qué decir, porque son mínimas las ocasiones en las que alguien reta mis pensamientos. Quiero hablar sobre la frustración que me produce tener un vocabulario exiguo. (Me encantó esa frase, no. La odié). Invariablemente, la respuesta consiste en consejos imposibles de aplicar, o que ya he tratado sin éxito antes, argumentos debilísimos en contra del pensamiento que me genera frustración (que mi vocabulario es limitado),  y con muestras de simpatía de gente que cree que le pasa lo mismo.

Los consejos no me han servido porque son siempre los mismos. Hay que leer más. Escribir hasta sangrar. Darse una pausa.

Los argumentos en contra de mi creencia de que mi vocabulario es escaso son siempre débiles. Después de un intento de discusión termina la gente por darme la razón. Me daría igual si no fuera por la pérdida de tiempo que fue explicarles cómo me sentía para llegar al mismo punto en el que estaba, sólo que un poco más vieja y más harta.

La empatía tampoco me sirve. Soy un monstruo y no me interesa si a alguien más le pasa lo mismo, salvo que haya logrado resolverlo, y a la fecha no me encontrado con tal persona.

Me acordé entonces que tenía este blog. Así que en lugar de perder el tiempo comentándolo con gente que me va a hacer mi tiempo, me voy a poner a escribir. A ver si me cae una hojita y la agarro a tiempo.

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